Arte o pornografía
Probablemente, si alguien se pasea por la calle completamente desnudo mostrando sus genitales será conminado por las fuerzas del orden a vestirse y hasta será sancionado por ello. También es posible que lo haga frente a un monumento o fachada que contenga elementos escultóricos mostrando así mismo idénticos genitales a los suyos. Se preguntará uno entonces: ¿Por qué se condena una cosa y se tolera la otra? Pues debe ser porque una cosa es Arte y la otra no.
Si el arte supone en cierta medida una suspensión temporal de la consciencia, si aceptando las reglas del juego nos vemos avocados a una inmersión ilusionista, a un dejarse engañar, porqué no admitir que es el arte asimismo una invitación a establecer un paréntesis de los principios morales en aras de una idea más elevada, más pura, desmaterializada y limpia de toda sospecha o para ser francos, la excusa perfecta donde refugiarse en un espacio de libertad y tolerancia.
¿Pero qué es aquello que nos impide sincerarnos, actuar sin complejos y dejarnos guiar por los instintos primarios naturales? Mucho se ha escrito sobre moral, religión y principios cívicos. Todo lo que se circunscribe a ello se contrapone al caos umbroso de la Naturaleza, al ámbito monstruoso de lo animal, a ese disolvente contumaz de la razón, eje indiscutible de la naturaleza humana. Nuestra razón y nuestra lógica es aquella que adiestra a los niños en la anatomía completa, costumbres y apareamiento del mundo animal y la escamotea y suprime cuando se trata de nuestra misma especie.
En el mito fundacional de nuestra cultura, en el Jardín del Paraíso, Adán y Eva tras violar la prohibición expresa de comer del Árbol del bien y del mal, sintieron por vez primera vergüenza de su desnudez, fueron conscientes de ella. Y no deja de ser paradójico que la representación del desnudo desde los tiempos primigenios aparece en obras de contenido sagrado o religioso. De hecho en la antigüedad no hay disociación entre arte y religión. El soporte mismo de la religión era la obra de arte. El carácter devocional de algunas obras de arte, deidades heroicas, símbolos de fertilidad, etc, sublima y rescata a la figura humana de su miseria biológica, de su fisiología y su decadencia.
Ahora bien, ¿Qué se admite en el desnudo, cuándo es sólo erotismo, ese limbo idiota que no se atreve a traspasar la decencia y, cuándo es pornografía, es decir, para consumo mecánico onanista? ¿Cuál es intención emboscada en un desnudo artístico? ¿Es la de provocar deseo, perturbar o derribar miedos o prejuicios? ¿Se configura lo sucio o sensual sólo en la mente del que lo observa o cuenta con la complicidad del artista? ¿Son los temas de tipo mitológicos o religiosos en la historia del arte una excusa para abordar escenas sensuales o eróticas? Pudiéramos constatar que temas sin ningún interés bíblico o catequista como Susana y los viejos, las magdalenas penitentes, los sansebastianes o la legión de mártires corpulentos como bodybuilders que se retuercen no se sabe si de dolor o placer... son asuntos recurrentes que sirven claramente de pretexto para excitar a parroquianos de ambos sexos como única vía de escape de una sexualidad reprimida.
La pintura de género mitológico revive en el Renacimiento en los círculos privados de los poderosos marcando distancia con el poder omnímodo de la iglesia. El poder político y económico se cimenta y ejemplifica con la apertura moral cuando no disoluta de las familias de la nobleza, gobernantes y príncipes, marcando terreno frente a la censura enfermiza del clero. Cuando se trata de representar la antigüedad grecolatina, es siempre tórrido y eterno verano pues todo el mundo se pasea ligero de ropa cuando no enteramente desnudo y haciendo gala de su impudor nos recuerdan a todos que ellos se hallan en una esfera ajena e inalcanzable a la nuestra. El escenario preferido es la soñada Arcadia, la edad de oro de la inocencia previa al mundo reglamentado, mercantilista y funcional de hoy. Es la añoranza de un mundo sin reglas, sujeto sólo a las pulsiones más primarias e inmediatas. Inútil y estúpido será hoy juzgar con la ética del momento los mensajes y actitudes del pasado. Son fábulas, fantasías, calentones propios del ser humano, de los que nadie está libre. Son la celebración gozosa de la condición humana, en toda su grandeza, belleza y miseria.
Si bien, la Iglesia, tampoco se privó del goce de la carne; en la Capilla Sixtina, en el corazón vaticano, es el Juicio Final, una orgía multitudinaria, los querubines de Murillo, un festín para pederastas, el éxtasis de Santa Teresa, la perfecta representación del orgasmo, la pasión de Cristo o las imágenes de mártires, una suerte de sublimación de pulsiones sadomasoquistas y los relicarios, perfectas cristalizaciones de fetichismos varios.
Los ceñudos moralistas, meapilas, reprimidos e inquisidores de nuevo cuño que equiparan pornografía con conducta animal, a buen seguro no caen que es propio del mundo animal copular por un instinto ciego dirigido exclusivamente a la reproducción. No es así en los humanos, que crearon la pornografía y el erotismo y que a la hora del apareamiento en lo último que piensan es en la multiplicación de la especie.
Pedro Mora Frutos,
Berlín 9/3/2021
Sobre "Le Déjeuner sur l´herbe"
Sobre “Le Déjeuner sur l´herbe” de Manet se ha dicho que es a la vez un paisaje, un cuadro con figuras y un bodegón. Yo añadiría la boutade de que es un bodegón con gente o una naturaleza muerta viva. Por aquel entonces, si un artista pretendía presentarse al Salón de Paris, si quería ser selecionado y con opciones a competir era imprescindible presentar una obra de generosas proporciones, a ser posible que tratara un tema de enjundia: un argumento mitológico, piadoso, un asunto histórico, una alegoría; pero en ningún caso, un tema menor como un bodegón o un pasaje.
El escándalo que protagonizó el cuadro y el motivo por el que aterrizó en el Salon des Refusés se debió a que los protagonistas del cuadro eran individuos anónimos sin relato alguno y el desnudo gratuito de la mujer no se justificaba bajo la escusa de una escena mitológica; no era ninguna diosa, ni una ninfa, tan sólo una modelo que mira directamente al espectador como se mira en una sesión fotográfica.
Lo que “Le Déjeuner sur l´herbe” representa es un tableau vivant, o para ser más preciso, se trata de una pose que juega a reproducir una escena antes vista en un cuadro o estampa; algo así, como la Última Cena de los mendigos en Viridiana de Buñuel. Aquí, el lado escabroso o fuera de tono era representada por la despreocupada muchacha rodeada de individuos con atuendos contemporáneos, seguramente, gente de la bohemia. Todo esto, sin el encanto etnográfico de una merienda de mendigos de la pintura flamenca del XVII. La escena defraudaba porque resultaba perfectamente anodina, vulgar e indigna de acaparar el tema de un cuadro y colarse en el distiguido escenario de el “Salón” , la exposición anual de la Academia de Bellas Artes.
La clave estaba en el bodegón de la parte inferior izquierda. Se trata de viandas depositadas a medias sobre los vestidos de las bañistas y la hierba de la ribera. La ofrenda de frutas o alimentos aparece desde el antiguo Egipto a modo de ex-voto y es símbolo además de hospitalidad y abundancia. Si en el bodegón situado a los pies del protocubista Les Demoiselles d´Avignon de Picasso, el bodegón con frutas sugiere una ofrenda tentadora al ojo del espectador y es metáfora que complementa la oferta en carnes de las chicas del burdel, en el cuadro de Manet, en cambio, el bodegón sirve para dar pistas del acontecimiento que se desarrolla ante nuestros ojos y que no es ni más ni menos que un inocente picnic de unos domingueros a orillas del río. Sin adentrarme en una lectura sociológica, la escena ilustra como pocas la asunción de una clase media que tiene ya reglamentada su tiempo libre. De ahí que me parezca una nauraleza muerta viva, pues los protagonistas del cuadro funcionan no como sujetos que ejecutan una acción concreta sino como objetos pasivos organizados en una escena que se presta a la composición como en un arreglo floral o de frutas. Y esto es importante, porque supone la independencia radical del asunto pictórico al margen de un relato, ya sea religioso, literario, histórico o de representación social. Es pretendidamente anodino e insustancial porque el pintor y la pintura se están redescubriendo a sí mismos. Ya entrado el siglo XX, la predilección por el bodegón de los artistas cubistas se debió precisamente a querer neutralizar o disolver el tema para centrarse en especulaciones exclusivamente formales. El único propósito del cubismo se reduce a la investigación plástica, a la búsqueda insólita de una nueva objetividad y para llegar a esa conclusión el tema resultaba intrascendente, lo mismo daba una botella de anís del mono que una cabeza humana.
El invento del daguerrotipo fue de capital importancia para la historia de la pintura. Lo que apareció como una curiosidad o atracción de feria, tratada con desconfianza o desdén, luego como herramienta auxiliar del artista, más tarde como seria amenaza para el futuro de la profesión, terminó con ser un medio con un lenguaje propio y objetivos e intereses distintos. Hasta que el nuevo medio encontrara su lenguaje, la fotografía imitó a la pintura en la elección de temas, composiciones o arreglos e incluso en la imitacion de texturas y cualidades propias del dibujo o la pintura académica. Cuando las cámaras fotográficas se fueron haciendo más ligeras, pequeñas y accesibles al gran público la fotografía descubrió su propio ser que no es otro que captar el momento, la fijación de lo efímero o la documentación del instante. Y es a partir de ese momento cuando la pintura imita a la fotografía. Cuando Renoir pintó La balançoire ó Etude, torse, effet de soleil, ambos de 1876 un crítico de un periódico se horrorizó de las manchas claras y oscuras que poblaban la piel de la muchacha y lo calificó de cadáver en descomposición. Ma atrevo a pensar que Renoir llegó a esa solución tan realista, más tras la observación de fotografías que de la observación misma del natural. La fotografía certifica cómo se nos aparecen en realidad ante nuestros ojos las cosas. También Degas, fotógrafo amateur él mismo, recurre en sus cuadros de carreras de caballos, escenas de café o bailarinas, a composiciones donde frecuentemente las figuras quedan cortadas o incompletas en los bordes como en una instantánea fotográfica.
Así Manet, que fiel a la famosa definición de novela que dibujó Stendhal en Rojo y negro: “la novela es un espejo que se pasea por un ancho camino; tan pronto refleja el azul del cielo como el barro del camino”, propone que cualquier materia o asunto es digno de aparecer en un cuadro, desde una bella muchacha hasta un vagón del ferrocarril.
Si había algo que la fotografía aún no podía disputar a la pintura era el color y ésta ofrece además, frente a la nitidez y fría precisión del objetivo fotográfico, la sensualidad e indefinición de la materia pictórica. La pintura impresionista se identifica por la velocidad en la ejecución, necesaria para captar los efectos cambiantes o efímeros de la luz. Es por tanto, pintura pastosa, desecha, inacabada e inusualmente colorista y desde entonces constituye lo que por antonomasia entendemos por idiosincracia o lenguaje pictórico.
Pero sigamos con la elección del tema o motivo en la obra de Manet y por extension de la pintura impresionista. Se trata de una pintura que quiere abarcar a un gran público, ese gran público de la clase media incipiente. Es una pintura carente de pretensiones intelectuales, políticas o sociales. Sorprendentemente, a la clase media, esa pintura le parecía un horror, obra de incapaces o locos y sólo, una generación después, sucumbió a su atractivo hasta convertirse en fenómeno de masas y las obras fueron reproducidas hasta la saciedad en artículos de merchandising. Los temas y protagonistas de los cuadros impresionistas son los mismos a los que iban dirigidos, es decir, esa clase media alta que poblaban las grandes urbes: empresarios, profesiones liberales, funcionarios...ilustran su vida cotidiana, su ocio, su capacidad adquisitiva y su cosmopolitismo. Y es ese rechazo voluntario al catálogo de temas tradicionales, el origen verdadero de la modernidad, auténtico giro tanto en la forma como en el fondo.
En “Le Déjeuner “, aunque el francés recurre a una composición clásica copiada de la antigüedad, Manet la vacía de contenido y queda en mera pose, en parodia, y por tanto, en la negación misma de aquella. Que otros artistas posteriormente prosigan ese diálogo con el cuadro de Manet : Monet, Picasso, Jacquet, etc confirma mi sospecha que los artistas pintamos pensando más en los otros colegas artistas que en el público anónimo y sin rostro; se trata de medir nuestras fuerzas como en una berrea de ciervos.
¿Homenaje, diálogo, carrera de relevos....? Sea como sea, se puede constatar que el “tema o el asunto” en el fondo, es siempre la escusa, el punto de partida, necesario o prescindible y la forma, el “cómo”, la puesta en escena original, la mirada individual y única lo que verdaderamente importa cuando se trata del proceso creativo.
Pedro Morta Frutos
Berlin, Agosto 2020
Art Poètique
“El arte puede a veces destruir la autoridad, pero no debemos nunca actuar como si fuera posible”
Marcel Duchamp
UNO
Leyendo retrospectivamente los textitos que he ido redactando para mis exposiciones a lo largo de los años, me he horrorizado al constatar que siempre sostengo lo mismo y con parecidos argumentos desde 1989. ¿Es eso coherencia, sólidas convinciones o, para ser sinceros, quizá es que no doy para más?. En cualquier caso, mi posición es siempre la misma, o sea, defensa inquebrantable del aspecto puramente plástico o estético en contraposición, a otra, reivindicativa o de inspiración social. La política, lo de ahí afuera, todo lo que tiene que ver con lo humano o con la naturaleza me interesa sobremanera, pero no suelo tematizarlo en mi trabajo. Lo dejo aparcado fuera del estudio y me excuso argumentando que toda posición que se adopte en la vida es siempre política, lo queramos o no.
Yo siempre he creido que el arte ha tenido y tiene poco que ver con la democracia, -aquí en Berlín trabaja Jonathan Meese que pregona la Diktatur der Kunst-, pero bromas aparte, el arte siempre ha estado al servicio del poderoso, del que lo financia y colecciona o bién como propaganda o adoctrinamiento en los diferentes regímenes políticos de variado signo o al servicio de las religiones. Es a partir del siglo XIX, con Goya, por citar un ejemplo, cuando se perfila la figura del artista crítico e independiente. El artista plástico se homologa con el pensador o intelectual para conformar el mito de la conciencia crítica de la cultura. Así como la Iglesia se lanza siempre a avisar de peligros múltiples y asechanzas y se ofrece, cómo no, como la única solución a los retos insoslayables del ser humano, también la cultura desde su atalaya se apresta a despertar la conciencia dormida del ciudadano denunciando abusos e injusticias pero guardándose muy bién las espaldas, pues después de todo hay que comer. En cualquier caso, la posición política del mundo de la cultura ante coyunturas históricas inaplazables como guerras, falta de libertad y atropellos varios, ha dado paso a la situación actual que es cuanto menos forzada, oportunista, borreguil y carente de escrúpulos. Hoy en día no hay montaje teatral de un clásico donde no se meta con calzador alguno de los temas candentes de actualidad, aunque en el original no aparezca o sea sólo de pasada el tema en cuestión. Se subraya de forma interesada e indecente aquello de lo que todo el mundo habla y reivindica, sin venir a colación en el texto. En las exposiciones en espacios de titularidad pública sólo se programan muestras con temática de problemática social, llámese subdesarrollo, violencia de género, inmigración, racismo ctr. Cojan ustedes cualquier revista de artes plásticas. Parecen revistas de ONGs, boletines sindicales u hojitas parroquiales. Sólo fotos de pateras, estudios sesudos sobre la identidad trans, el empoderamiento de la mujer, la lucha anticapitalista, eso sí, con anuncios a toda página en papel couché de publicidad de relojes de precios exhorbitantes, coches de lujo. o de la feria Art Basel o Miami que es la qintaesencia del capitalismo más exclusivo y salvaje. ¿A nadie le chirría un poco todo esto? ¿A quien pretenden engañar los artistas o el sistema artístico cuando dicen atacar al sistema desde el sistema mismo: galerías, museos, bienales, ferias, documenta,...? Perdón, no pretendo sermonear a nadie, no soy un moralista, pero a mí, tanta inconsecuencia, tanta convivencia y promiscuidad de valores antitéticos e incompatibles me produce un tedio mortal que me entran ganas de coger los bártulos y retirarme a la vida contemplativa.
DOS
Supongo que todo empezó cuando en las universidades o escuelas de arte americanas introdujeron el aprendizaje multidisciplinar. Europa, siempre a la zaga y asumido el papel de provincia del imperio adoptó con mayor o menor entusiasmo el modelo. Hablo, claro está, de centroeuropa; aquí, en la Iberia profunda seguimos copiando al carboncillo los yesos de Praxiteles, “Spain is different”, Fraga dixit.
El susodicho modelo yanqui consiste ni más ni menos que en marginar las materia artísticas tradicionales: dibujo del natural de señoritas en cueros, pintura de caballete con cestos de frutas y caldero de cobre, el busto modelado de algún prohombre o santito, ctr. por una amalgama de materias curriculares muchos más limpias y asépticas: linguística, sociología, política de género, demografía, teoría económica, ecología.... tantos universos del saber que sólo es posible aproximarse de una manera parcial o más bién superficial, como superficial y falto de rigor serán los resultados paridos por nuestros entrañables artistas. Luego no vale pedir explicaciones o mayor concisión. No, siempre se puede escudar uno en que tan sólo se trata de Arte. ¡Ah bueno ! ¡Acabáramos! Nada serio.
Que el arte no es una ciencia exacta, ya lo sabíamos. Que es una interpretación muy, pero que muy subjetiva de la realidad, se da por descontado. Que sólo sirve para suscitar preguntas, pero no para dar respuestas, ya claro, también. Entonces, ¿quién necesita el dichoso arte ? ¿Qué utilidad tiene? O mejor dicho, ¿Con qué autoridad se apresta para aportar algo al debate si resulta ser una herramienta tan imprecisa como poco fiable? Con todo, lo más decepcionante es el medio natural o geográfico del mundo artístico. Se trata de un hábitat minúsculo y enclenque (galerías, museos o centros de arte), poblado únicamente por fieles incondicionales, que no necesitan ser convencidos de nada porque ya lo están. ¿Quién demonios entra en una galería de arte? ¿A qué va el gran público al museo para ver exposiciones de arte contemporáneo sino para hacerse un selfi? ¿A quién van dirigidas las provocativas y arriesgadas propuestas del arte político-militante? ¿A quíen hacen pupa? No son ni tan siquiera balas de fogeo, son vergonzantes ventosidades.
Con todo, lo imperdonable del arte llamado político es que precisa de ser obvio para que surja efecto, y el arte no puede ser obvio o evidente si queremos que permanezca en el ámbito de la excelencia, porque si nó sería dudosamente propagandístico, banal o como mucho pedagójico, de consumo instantáneo, pero que no deja poso, ni en la memoria ni en la conciencia.
A mi entender, todo el problema se reduce a la incomodidad que siente el artista al tener que confeccionar productos sofisticados de decoración, inútiles y ostentosos, destinados mayoritariamente a la especulación monetaria, que no intelectual y que da como resultado los carísimos engendros que colonizan y parasitan los denominados espacios expositivos. Bajo la etiqueta de producto artístico puede hallarse una infinidad de propuestas cuyo fundamento es el diletantismo, las ocurrencias varias, la frivolidad y el infantilismo impertinente y consentido al que nadie se atreve a destapar so pena de ser tachado de ignorante; todo para alimentar una ingente masa de “obras maestras” que debe presevarse para generaciones venideras. Ya lo dijo San Warhol bendito: Un espacio inútil es un espacio con arte dentro.
TRES
Aquí, un ejemplo del artista activista pendenciero sin ánimo de lucro: ¿Se acuerdan de la instalación 245 metros cúbicos en la antigua Sinagoga en Pulheim-Stommein, Alemania, convertida en cámara de gas donde el visitante debía entrar con máscara....... antigas? Nadie sabe a ciencia cierta si el artista, de Madrid para más señas, quería ofender o incriminar a los alemanes, !Como si los alemanes necesitaran a estas alturas que alguien les recordara algo! ¿o era simplemente una broma de mal gusto que hubiera salido de la cabecita hueca de un nostálgico del Nacionalsocialismo?. ¿Cómo puede algo significar una cosa y la contraria al mismo tiempo, y no estar loco? ¿Fue una propuesta fallida?. En absoluto, gracias a un buen puñado de titulares en la prensa por el escándalo concienzudamente programado, con clausura incluida de la muestra, nuestro artista caminó rumbo a la gloria seguido de un aura de artista polémico e insobornable. También se paseó a lo ancho y largo de Españistán con un sobredimensionado NO; perdona, ¿No? , ¿No, a qué?. No, a todo. Por sistema, y en general. Nuestro hombre es un consumado tocapelotas vocacional y profesional. Es el mismo artista que rechazó el Premio Nacional de Artes Plásticas 2010 y vendió en Arco la carta de renuncia a la ministra de Cultura por un precio exhorbitante. Eso sí, luego no hace ascos a participar en la Bienal de Venecia costeada por el ministerio; como los muy antifranquistas Tápies o Chillida que decían tragar sapos participando en tales bienales representando al régimen pero mira tú, que después de todo, a nadie le amarga un dulce.
Sí, nuestro artista es el mismo del ninot de Felipe VI y el de la serie de fotos de los "presos políticos españoles" con una banda negra en los ojos ¿Autocensura a estas alturas? que un empresario catalán, mordiéndo el anzuelo, compró pensando que había adquirido el nuevo Guernica. Nuestro hombre es un genio. Del marketing. Y qué error y horror, la censura de la dirección de Arco. ¿Cómo se puede ser tan panoli? Todo estaba listo y programado para que alguno del Prussés con abultada cuenta corriente viniera y cargara con ello. Ya lo sabéis para la próxima vez, el artista justiciero, el Robin Hood del Art Basel se llama Santiago Sierra.
Y TERMINO, LO PROMETO
¿A qué se debe este acriticismo del gremio artístico?, ¿Es simple corporativismo o es que todos han asumido las mismas reglas de juego? ¿En qué momento los artistas nos cansamos de producir arte y nos dedicamos a la activismo político sin embarrarnos naturalmente ni asumir riesgo alguno? ¿Hasta cuando queremos seguir jugando sin que nos descubran?. Acaso, no nos descubran nunca, porque no le importamos a nadie, tal es nuestra insignificancia. Cualquier niñato con un balón gana 100 veces más que todos nosotros y desde luego alcanza infinitamente mayor transcendencia pública. Lo que nos hace falta es un poco más de honestidad. Sería suficiente si recurriéramos nuevamente a la poesía. Si, han oído bién, POESÌA, que no es sólo juntar versos en estrofitas. Me refiero a éso tan dificil como designar o describir lo invisible, lo que todo el mundo intuye pero nadie ve, la invocación de lo mágico, de lo extraordinario, el ansia devoradora de belleza que nos haga la vida más soportable: un bodegón de Juan Gris, una virgen sedente románica, un idolillo de las cícladas, una laca china, L´ Atalante de Jean Vigo, el Stabat Mater de Monteverdi, un cuadrado negro de Malevich, la alegoría del otoño en un mosaico romano, un collage de Max Ernst, un óleo de Joan Mitchell, una estela de Brancusi............., Éso et tout le reste est politique.
Pedro Mora Frutos , Berlin abril 2019
Este texto acompaña a la exposición Capricci en la Galería de César Sastre de Sevilla abierta hasta el 15 de Marzo de 2019:
La presente muestra “Capricci” puede ser juzgada como intranscendente o banal y, aunque no lo parezca, es toda una declaración de intenciones. Puede entenderse como la enésima resurrección de l´Art pour l´ Art; ya saben, lo de la torre de marfil y todo eso. El mensaje aquí es que no hay mensaje.
Fatigado por la tiranía de los titulares, donde ya no se concibe un producto cultural que no se deba a alguno de los temas candentes de la actualidad, llámese inmigración, capitalismo, lucha de género, conflictos religiosos, globalización... ¿Qué le espera al que no se pliegue al dictamen de la ineludible e inaplazable solidaridad, al combate en la obligada trinchera reivindicativa? Seguramente el silencio, la indiferencia, la incomprensión y el desprecio bien merecido. Entonces, automáticamente, es usted un reaccionario, un esteta decadente y sus propuestas, decorativismo vacuo para interiores.
!Ahora que ya nos estábamos acostumbrando a un arte independizado de la estética, premeditadamente feo, pero ojo, con conciencia social!. Ahora, a deshoras, de nuevo,... estos bibelots, estas piruletas de feria... ¿para qué? ¿A quién le puede interesar esto? ¿Con qué fin?
La pintura es, como la música, un recurso autónomo que puede sustentarse sin un relato, sin una excusa, sin una anécdota; porque sí. La Literatura, en cambio, cuyo medio es el lenguaje y éste consiste básicamente en transmisión de ideas, le estará siempre vedada la creación o experimentación radicalmente pura, pues ha de estar controlada necesariamente por el discurso lógico. No es posible extenderse uno mucho sin comunicar absolutamente nada. Aunque ha habido numerosos ensayos de poemas fónicos con los dadaistas, se asimilan como una curiosidad, pero no son consumidos como literatura, son una mera excentricidad, un experimento que solo sirve como motivo de estudio en la historiografía de las vanguardias.
¿Hasta cuándo la pintura va a estar sometida al vasallaje del relato, ficticio o real? ¿Por qué su papel se reduce al de ilustración, imagen fija del suceso, precaria muleta suplementaria a las insuficiencias o limitaciones del lenguaje? No toda la realidad es traducible o transcribible a palabras. Una pieza musical no puede ser transcrita o relatada en palabras. Un fenómeno físico, metereológico por ejemplo, no puede ser descrito sino desde un punto de vista subjetivo, desde la experiencia directa del que lo experimenta. Es decir, aunque el lenguaje humano es una herramienta extraordinaria para aprehender una parte importante de lo que conocemos como “el mundo real”, es, sin embargo, un medio limitado como ilimitada y compleja la experiencia sensorial. La música como la pintura nos adentra en otra realidad paralela a ésta, autónoma, inaudita y caprichosa. Todo lo inconsistente que ustedes quieran, pura fantasmagoría, pero que duda cabe, enriquece nuestra experiencia sensorial e invita a la suspensión temporal de la consciencia. ¿No es acaso un escape?. Escape de la realidad, aunque dicha huída es tal vez un encuentro con lo real, pero desde el otro lado del espejo. El arte ha de ser, elaboración, manipulación, cocina; en ningún caso, se ha de consumir en estado crudo. Cruda es ya la realidad, y para ese viaje, no hacen falta alforjas.
Si tuviera que adjetivar con una palabra el fenómeno artístico, eligiría extraordinario, o inaudito...es decir, todo lo que se sale de lo común, lo que no se adapta a las categorías de lo real. La experiencia artística debe ser siempre una excepción, una anomalía, un paréntesis, una pausa, una fuga.
Estos “Capricci” o caprichos es una heteregénea agrupación de composiciones realizadas en los últimos años en torno al juego y la invención. Los inspiran únicamente el gusto por la experimentación y la fantasía, y se rigen tan sólo por la regla suprema del azar. Los ingredientes del estofado son los propios de la pintura: la geometría, el plano, la línea, el espacio virtual o imaginario, la materia pictórica líquida o viscosa en libertad, la cándida ficción tridimensional, el color como sujeto propio, la ilusión del movimiento en la estaticidad intríseca de la imagen fija.Todo para los ojos; pero que necesariamente precisan el amparo de la razón; aunque convenimos que el objetivo último sea el dislate o la sinrazón. En cualquier caso, les alerto de ausencia absoluta de motivación social o motor político alguno en este trabajo. Los títulos, no son orientativos, sino desorientativos. Vienen sugeridos por la imagen, a posteriori, sin relación alguna con ella. Algunos títulos provienen de personajes de la Comedia del arte italiana. Es un homenaje al género y un guiño. En la Comedia del arte sabemos de antemano el final: los amantes a pesar de la férrea oposición de sus progenitores se saldrán con la suya, pero ignoramos en todo momento el desarrollo, las intrigas, los embustes. No importa el qué, sino el cómo.
En éste mi último trabajo, se trata de pintura concreta en toda su acepción, pero sin descartar al mismo tiempo la vocación ilusionista, el trompe l´oeil. Al fin y al cabo, todo en pintura es representación espacial y puesta en escena. El espectador ante un Rothko no ve manchas de colores, sino espacios indefinidos coloreados, flotando en una particular atmósfera. Ve un paisaje místico. Es decir, el ojo no se detiene en la superficie de la tela, la traspasa y fantasea espacios inexistentes o imposibles. La pintura es siempre una fata morgana; así es hasta en la pintura más concreta o matérica, a pesar de los vanos intentos del artista para que el espectador se detenga en la superficie del cuadro y lo aprecie sólo en su cualidad objetual o física y no como la ventana virtual que es siempre.
Estas obras de pequeño formato son escenarios lúdicos, desdramatizados, animados de juegos visuales, son sólo un pasatiempo inócuo. Es además una experiencia íntima, sin compromisos ni consecuencias. Hay encantamiento, y distancia también. En algunas obras, permanece el lino crudo al descubierto, sin imprimación, rompiendo la ilusión de la representación, tal vez un “memento mori”.
Nada de mensaje oculto y nada de compromiso ético. De cualquier forma, arribamos, al final, “unos” -los comprometidos y “otros”, -los escapistas, al mismo penoso y temido escenario: mediante la materialización o puesta en escena de ocurrencias varias, pretendemos desmentir lo que ustedes ya sospechan: la absoluta inutilidad e intrascendencia de la creación artística. Es el viejo leitmotiv del arte, llámese impotencia, fracaso o melancolía. Honestamente, servidor, sólo pretende hacerles pasar un buen rato.
Pedro Mora Frutos
Berlin, 2019